EL EXILIO DEL LEÓN
En este miserable e injusto mundo ni el león, el rey de la selva, está a salvo de las tragedias: no fueron suficientes sus cientos de libras para detener el tiempo ni esa larga melena para conservar a su hembra cazadora. Ni siquiera ese gran rugido bastaría para alejar a la muerte, pues cuatro garras más jóvenes llegaron a exiliarlo al olvido. Así, decidió cruzar un cuarto de mundo y establecerse en Tijuana para probar suerte: ¿Quién sabe? A lo mejor conseguiría algunos bistecs en el crucero de la 5 y 10 después de ofrecer un espectáculo a media ciudad encolerizada por el tráfico y dormir debajo del puente compartiendo la caja de cartón con ese vagabundo sin nombre, rezando cada noche no morir encerrado en el zoológico privado de algún miserable político.
Ya no importaba lo que el destino deparara... sin reino y sin amada, la vida no vale nada.