2.9.08

EL SOLITARIO: UNA CRONICA IMAGINARIA

If you see him in the subway he'll be down at the end of the car,

watching you moving until he knows who you are.

Neil Young. The Loner

Si alguna vez abordaste el camión de la ruta 2 a playas y no encontraste ningún asiento disponible tuviste que haberte sentado con el Solitario. Si usted es una señorita de las que abordó ese camión, seguramente no tuvo porqué preocuparse: el Solitario siempre fue todo un caballero. Si aceptó sentarse a su lado quiere decir que no le molestó el tufo a sobaco y sudor, alcohol y cigarrillos y que pasó un momento ameno. Quizá esa fue la razón principal de su soledad: su mal olor.
--Vengase pa’ca, mi reina, acá atrás siempre hay lugar. Siéntese, ándele, no le crea nada a este wey que me inventa cosas sin conocerme, nada, nada. Es más: huélame, ándele, huélame y dígame a qué huelo. Le apuesto una cervecita a que va a decir Puro Estefano. Sí: yo soy el hombre, el puritito hombre.
Lo mejor era traer celular, iPod, cd player, mp3 u lo que fuere que tenga audífonos para no haber escuchado nada de lo que decía el solitario. El solitario era un mitómano, dicen: no le cerraba la boca.
--Yo toqué con Neil Young. Yo le di la idea de usar la escoba como instrumento de fondo. Vean el Unplugged para que me crean: ese cabrón de greña larga soy yo: el que barre suavemente. ¡Puta!, si costó trabajo sacarle la mejor nota a la escoba, ¿no crean?, pero es esa nota la que hizo un éxito de Harvest Moon, no la guitarra mamona de Neil ni su verso ese de Porque sigo enamorado de ti quiero verte bailar otra vez on this harvest moon. No señor, fue por mí, por mí.
Todos los pasajeros que bajaron aquella noche del camión 2233 constataron el silencio: el solitario no estaba: el solitario desapareció. Mariano Ortega, un jardinero que iba todos los días a atender a sus altivos clientes de Playas de Tijuana fue de los pocos que se sentó a lado de él durante varios pasajes que no encontró lugar.
--Muy cariñoso, el solitario, siempre me abrazaba. Muy sabio, el solitario, siempre me daba consejos: no la cagues, Mariano, no la cagues como yo, tuve mis chanzas pero las dejé ir: no la cagues. Pero nunca me contó en qué la cagó.